Identificar un Ictus a tiempo puede salvar la vida del paciente y hacerlo con las menores secuelas posibles. Por ello es fundamental reconocer las señales que nos indican que alguien puede padecerlo.
Sufrir un ictus marca, inevitablemente, un antes y un después en la vida del paciente que lo padece. Lo hace evidente que es mejor prevenir que tratarlo.
Te preguntarás, ¿es posible hacer algo por evitarlo?
La respuesta es sí, y lo veremos en detalle más adelante en este artículo, pero primero hablaremos de las secuelas.
A la hora de hablar del alcance de las secuelas de esta enfermedad va a ser determinante la gravedad inicial de la misma. Esto depende a su vez del área del cerebro que haya resultado dañada y el tamaño de la arteria obstruida. Otros factores como padecer patologías previas o la edad influyen también de forma concluyente en la evolución del paciente.
Detectar cuanto antes el problema es fundamental para una pronta recuperación y hacerlo con las menores secuelas posibles.
Síntomas como debilidad, entumecimiento o parálisis de una parte del cuerpo, la dificultad para hablar o comprender, la pérdida súbita de visión total o parcial y los mareos, la pérdida de equilibrio o coordinación, pueden ser una señal de que se está sufriendo un ictus.
Las secuelas que deja un ictus van a variar dependiendo del caso del paciente, pero cabe destacar:
- La pérdida de fuerza, de coordinación o incluso de control de movimiento.
- La buena noticia, es que en términos generales estas secuelas mejoran con rehabilitación.
- Tendencia o riesgo de caerse. En este caso, será fundamental hacer un buen trabajo con el equilibrio y fortalecer la musculatura para minimizar el riesgo de caídas.
- Pérdida de sensibilidad, trastornos visuales o en el lenguaje. En este último caso, será un logopeda quién se hará cargo de la rehabilitación para dar los mejores resultados.
- Trastornos emocionales. alteraciones emocionales, trastornos de conducta, déficits cognitivos, entre otros.
- Problemas cognitivos como la disminución de la atención, la memoria o la dificultad a la hora de llevar a cabo determinadas tareas.
Otras posibles secuelas son la contracción permanente de ciertos músculos, lo que puede complicar el movimiento, dificultad para tragar, dolor superficial o incluso incontinencia urinaria.
A modo de conclusión, aunque padecer un ictus puede generar secuelas y algunos trastornos en la vida diaria del paciente, es importante ser optimistas.
Con las técnicas adecuadas y un buen equipo para planificar la rehabilitación, se puede conseguir unos resultados muy buenos a la hora de recuperar la mejor condición de la persona.
¿Se puede minimizar el riesgo de sufrir un Ictus?
La hemiplejía consiste en una parálisis de la mitad del cuerpo del paciente. Puede ser completa o incompleta. Puede implicar lesiones que afecten al movimiento y la sensibilidad de parte del cuerpo como la cara, el brazo o la pierna. Incluso puede afectar a habilidades como el habla, el razonamiento o capacidades como la auditiva o de visión.
En caso de darse una embolia o una hemorragia, si sucede de forma rápida también puede denominarse accidente vascular cerebral que es la causa más habitual. Los efectos son los conocidos de un infarto cerebral: parálisis y pérdida de funciones del lado del cerebro que se ha visto afectado. También puede ser debido a la existencia de un tumor cerebral.
Aunque no existe una edad de riesgo como tal, es cierto que el riesgo aumenta proporcionalmente con la edad. La mayoría de los datos se focalizan en personas de mediana edad y también de edad avanzada. Principalmente en hombres.
¿Qué puedo hacer para reducir las secuelas?
La rehabilitación busca minimizar las secuelas experimentadas por el paciente que ha sufrido un ictus, así como facilitar su incorporación a la vida cotidiana. Es importante tener en cuenta que no todos los pacientes se recuperan por completo, dependerá de cada caso y de la gravedad del ictus y de las lesiones provocadas por el mismo.
Es fundamental ponerse en manos de profesionales, para lo que se recomienda contar con un equipo multidisciplinar que abarque las distintas necesidades del paciente (neurólogo, neuropsicólogos, logopedas, fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales). La implicación del entorno del paciente favorecerá la recuperación del mismo, siendo también de vital importancia que este colabore en las terapias a seguir.
Hay que tener en cuenta además que la terapia no termina en el centro de rehabilitación; seguir en casa realizando los ejercicios pautados por los profesionales será también determinante en el camino hacia la recuperación.